En pleno siglo XXI y sobretodo en este 2020, los músicos ya no se sienten tan comprometidos cuando se trata del tiempo de lanzamiento entre discos, por lo que esperar cinco largos años por un nuevo trabajo de tu artista favorito, es algo ya prácticamente habitual.

De esta agrupación ya he hablado un par de veces en mi blog, por lo que contarles acerca de algo ya contado no tendría mucha relevancia, pero siempre para lograr entender el presente, hay que indagar un poco en el pasado, y eso es algo que Kevin Parker ha tomado muy en cuenta para este nuevo LP.
Si bien, tras formarse como músico, Kevin tomó desde un buen principio el proceso creativo de Tame Impala, debutando con su primer disco Innerspeaker ( 2010), y Parker se estableció para salir de gira bajo el nombre de Tame Impala con músicos como Dominic Simper (guitarrista), Jay Watson (tecladista) y Julien Barbagallo (baterista).
Ahora si bien, ya era hora para Kevin de superarse a sí mismo, cosa que logró con el Lonerism (2012), un trabajo más introspectivo que muestra a Parker en estado de gracia reflexionando sobre la soledad, la vida en sociedad y sobretodo, sus inquietudes por buscar la melodía pop perfecta.
Entre giras, descansos y mucha expectativa, Tame Impala abordó un giro radical con su tercer álbum Currents (2015), de sonoridades más pegadizas, bailables bajo un repertorio más comercial, representando un momento que disparó la popularidad a nivel mundial, convirtiéndose en uno de los productores más solicitados de la industria desde entonces.

Ahora bien, tras cinco largos años de espera, tenemos en este indescifrable 2020 el esperadísimo cuarto álbum de estudio de Tame Impala, en el cual vemos como Kevin lo elaboró bajo una prisa lenta, sin dejar que el proceso creativo perdiera su flujo en lo más mínimo.
Eso en el ámbito musical, en lo lírico percibimos ya un cambio decisivo, ya no se habla de experiencias sobre la soledad ni de rupturas amorosas, sino de un amor renovado, experiencias del pasado ya afianzadas, relaciones dañadas que han sido perdonadas con el paso del tiempo.

El LP empieza con la synth pop One More Year, un tema muy lisérgico cuya letra aborda como Parker, teniendo el álbum prácticamente listo, decidió esperar otro año más para pulirlo. La siguiente es Instant Destiny, uno de los temas más digeribles y melódicos del LP, esta vez acerca de una renovada vida amorosa. Llega Borderline, una canción más electro pop, pegadiza y con toques de disco. Posthumous Forgiveness comienza como una canción inquietante, acústica, y con un manto de sintetizadores para mutar en un tema melódico, sosegado y lisérgico. Breathe Deeper por otra parte es un corte muy prog pop con interesantes cambios de ritmo. Tras un falso comienzo, surge Tomorrow's Dust, una de las canciones más distintivas del álbum, muy calma, acústica, casi folk pero con una punzante batería. Hacia el final de la canción.
La segunda cara abre con un tema rotundo, estamos hablando de On Track, en la que Parker nos relata como trató de mantenerse en píe tras una mala experiencia amorosa. Como él lo dijo recientemente, es la pieza central del álbum, a la cual le sucede Lost in Yesterday, un tema bastante rítmico y pegadizo, uno de los mejores cortes a su vez. Otro tema bastante difícil de no sacar de tu cabeza es Is It True, contiene un muy buen uso de las congas. La siguiente es mi favorita de todas y de las mejores, It Might Be Time, se trata de un corte mucho más pegadizo y con una melodía agradable gracias al piano Wurlitzer tan bien empleado. Glimmer no la consideraría una canción como tal, ya que, tras escucharse al principio una conversación acerca del sonido del bajo, surge un corte instrumental muy dream pop. Pero con ella llegamos hacia el final, con la prog rock de siete minutos One More Hour, un tema que alterna entre versos pausados y otros de mayor contundencia, que cierra un álbum con mucha cohesión.

Esa prisa lenta que empleó Kevin Parker a lo largo del disco es el evidente título del nuevo álbum de Tame Impala, The Slow Rush (Modular Recordings), lanzado el 14 de febrero de 2020. Posiblemente el mejor y más impresionante trabajo musical en lo que va de año. Nos encontramos con un Kevin que ha aprendido mucho, no solamente en lo musical, sino en lo personal.
Tame Impala sigue sorprendiendo, siguen moldeando las bases del pop/rock e indudablemente, están en su mejor momento. A pesar del confinamiento, esperemos que Kevin Parker no postergue su siguiente trabajo otros cinco años más. Como en una prisa lenta, ¡hasta la próxima roqueros!