En la historia del rock siempre vamos a escuchar acerca de artistas torturados hasta el punto de convertirse en un cliché, pero a pesar de dicho estereotipo, muy pocos tienen la audacia de convertir su sufrimiento en un lenguaje tan universal como lo hiciera Elliott Smith.
Steven Paul Smith, en su breve estadía entre los mortales, fue lo más parecido a una estrella fugaz dentro del mundo de la música popular, un eterno adolescente retraído, melancólico y sensible que expresaba su dolor a través de canciones de carácter confesional que, para muchos de nosotros, se han convertido en un refugio donde poder transitar nuestro propio caos personal.